martes, 9 de agosto de 2011

Cerezo

La primavera me trae recuerdos, el rosa inundando las calles me llena de nostalgia. Hace un año ya que mis ojos se encontraron con los suyos; hermosos ojos tan hermosos como el cielo en verano a la que se asemejaban tras un par de anteojos. Un efímero encuentro nos unió, más parecido a sueño que a realidad, solo una semana duro este amor, el mismo tiempo que permanecen los pétalos rosa adornando el paisaje con su breve belleza.

Hace un año ya, ese día como todos caminaba de regreso a mi casa después de la escuela, cuando la vi, una husky parada de puntas tratando de alcanzar a un gato que se encontraba sobre la rama de un cerezo; baja de estatura y de lustroso pelaje negro y blanco, sus delgados brazos levantados elevaban su falda y dejaban ver de ella delicias, de ella que pidiendo sin pedir un salto de confianza al escurridizo gato que la miraba con indiferencia maullando en lo alto.

Mi primera reacción fue alejarme, pero al pasar a su lado no pude evitar mirar en su dirección, en ese momento el destino hablo y ella también volvió su mirada hacia mi – ¡Oh!, apacible mar, ahógame con tu gentileza – pensé en un arranque de cursilería. Pero sin mas mis labios murmuraron una pregunta –¿Puedo ayudarte?- sus mejillas teñidas de carmesí le dieron la apariencia de virgen en cama nupcial, su rubor excito mi cuerpo y alegro mi ego.

Primer encuentro que alargamos hasta más allá del arisco gato, las horas de la tarde hasta el ocaso las pasamos sentados bajo el cerezo, donde tratamos de abreviar nuestras vidas a rápidas frases y ligeros roces -¿vives cerca?-pregunte yo, -no- respondió ella, -¿Por qué no te había visto antes?, sentí curiosidad -solo me quedo unos días- dijo rápido -¿Cuánto tiempo?- quise saber -solo una semana- contesto con decepción -¿será suficiente?- pregunto esperanzada… ¿una semana es suficiente?, me pregunte suspirando y acariciando al felino que sostenía contra sus muslos; no respondí a su duda, no di respuesta ni a ella ni a mi. En ese momento no sabía que una semana si era suficiente, una semana era más que suficiente para que me robara el corazón.

Esa semana nos citamos diario bajo el cerezo, quien día con día nos cubría con sus suaves pétalos rosa y fue testigo del crecimiento de un amor que duro lo mismo que el hanami, días llenos de roces fortuitos y manoseos secretos, su pálida y sonrojada tez, su risa ligera, su vergüenza al tomar sus garras entre las mías; todo en ella me llenaba de deseo – ¡Oh! deliciosa miel abrázame con tu dulzura- pensé tomándola por primera vez entre mis patas bajo el abrigo del cerezo y protegido por la oscuridad de la tarde convertida en noche; sus labios se derritieron en los míos cuando me atreví a besarla contra el árbol, cuando me apodere de su frágil cuerpo, cuando mis oídos se llenaron de sus jadeos, cuando mi piel se adueño de su perfume. Fue mía la última noche, maldita y bendita noche que no olvidare; la noche en que los cerezos dejaron de llover pétalos.